Jesús del valle, una ex-casa Hacienda de las tantas que hay en Huaral, nos recibe con calidez. El sol ocultándose anuncia el fin de la tarde y la música se hace más fuerte una vez que llegamos a nuestro destino. Con cada paso que doy siento que retrocedo años, noto que los muros y las columnas, en su
mayoría, son de hace décadas. Descubro que la música que suena a todo volumen proviene de un restobar al frente del coliseo, cumbia y salsa, los comensales disfrutan del plato principal: anticuchos de corazón de vaca. Al lado izquierdo del coliseo hay una iglesia con un camino de piedras y pequeñas capillas, todo cercado con rejas antiguamente pertenecían a los dueños de la hacienda, en la actualidad
prestan servicios de museo a la municipalidad de Huaral. Todo a su alrededor parece un festival, quizá se deba a que es domingo, pero algo me dice que es la gente, su entusiasmo por vivir.
En el frontis del coliseo, que recibe el mismo nombre del pueblo, me espera Manuel, un amigo que hoy nos acompaña a ver el espectáculo. Una pelea de gallos empieza en diez minutos.
—Huaral es zona de galleros
—dice Davis Rojas con orgullo.
Davis es un criador de gallos de Pozo Azul, un pueblo cerca de Jesús del Valle. El tiene unos 40 años y desde que tiene uso de razón es gallero. Entrando al coliseo me doy cuenta de que por dentro es más grande de lo
que creí. La “arena” está al medio de la rotonda, y tiene gradas a su alrededor. A pesar de ser ya las 6:00 de la tarde, la gente aún no llena todos los asientos y por eso ocupo uno a cuatro gradas de la jaula de pelea.
—¿Eres animalista? —Me pregunta Davis con cierto tono burlesco, cuando nota que hago fotografías al lugar.
Soy futura periodista, pienso pero no lo digo, le sonrió por amabilidad y continuo con mi inspección. Arriba, en lo más alto de las gradas del otro extremo, hay unas personas en una mesa pequeña contando dinero, las apuestas están casi listas. Según la Unión de Galleros del Perú, hay aproximadamente 850 coliseos en todo el país, y generan ingresos a más de 20.000 mil familias. Actualmente los premios no tienen un monto fijo, sin embargo, van desde 1500 soles hasta
más de 1 millón de soles. Además de las apuestas que pueden ser desde 50 hasta 10 mil soles. Ahora en Cañete, en el coliseo Wong, se está llevando a cabo un campeonato largo con un premio de 1 millón 200 mil soles.
Davis me explica un poco del formato de los “juegos” como ellos lo llaman, hoy hay un campeonato corto de gallos navajeros, la clasificación. En los próximos días será la semifinal y final. Su hermano Jhonatan Rojas, un joven
de 25 años que conocí por un amigo en común, hoy participa con un gallodenominado pegaso, un cruce de una gallina estambridis y un gallo híbrido. Lleva 15 días de preparación, con alimento específico para un combate y con
previos “topes” entre los mismos gallos de su corral, pero tiene como único defecto, el ser amateur. Los topes son peleas forzadas que se usan como entrenamiento, los dueños sostienen a los gallos y hacen chocar sus picos
para incentivarlos. Se recurre a ello para seleccionar qué gallo está listo para una pelea oficial.
Desde las gradas observamos cómo preparan a los gallos para la pelea, Jhonatan coloca una navaja en la pata de su gallo, al cual llamaré Pegaso, y lo envuelve con una cinta de tela, lo hace con mucho cuidado, mientras le acaricia las alas. Hace poco mientras hablaba con él sobre los criadores que se encariñan con sus gallos, debatimos sobre las peleas y lo
contradictorio que era criar un gallo para luego dejarlo morir. El dice que ama a sus gallos, que verlos crecer alimenta su amor por ellos, “es un orgullo verlos llegar a la cancha, a la arena, y verlos ganar lo es aún más”. Que el
juego es así, ganar o perder. Junto a su hermano Davis, son la segunda generación de criadores en su familia, y como ambos dicen, ser gallero se lleva en la sangre.
La pelea empieza cuando suena la campana, los gallos están tímidos, uno más que el otro y ninguno se acerca mucho. El gallo contrincante tantea la arena, se acerca de a pocos, y parece que se anima a atacar. Se nota su
experiencia y Davis comenta que la tiene.
—¿A cuál le vas? —Me pregunta Manuel que está sentado una grada más arriba.
El gallo contrincante ataca de improviso, sin darle tiempo a responder al otro, las plumas de todo su cuerpo se erizan. Pegaso no puede hacer nada, la experiencia gana el primer round.
Para el segundo round, el panorama no cambia mucho, Pegaso ya se empieza a desangrar por las patas. Pienso que acá termina, pero empieza el tercer round, las caras de todos se tornan serias, Davis con los dedos en la
barbilla, observa con atención la escena. Jhonatan, sentado ahora en la primera grada, tiene el ceño fruncido y se le ve
preocupado. Termina el tercer round.
El gallo Pegaso ya tiene muchos cortes y la arena tiene manchas de su sangre. Espero que den por terminada la pelea pero para mi sorpresa, anuncian el cuarto round, el gallo ya ni trata de defenderse, se envuelve en sí
mismo y se queda quieto. Parece que el otro gallo se apiada de él, no se le acerca, ni lo ataca.
Manuel ahora se sienta a mi costado y me comenta que el gallo es joven y así gana experiencia. Le pregunto si aquí acaba la pelea, y nuevamente suena la campana, un quinto round, pero esta vez los criadores entran cargando a sus gallos para hacerlos topar, Pegaso ataca esta vez, quizás sea porque su única experiencia con peleas han sido los topes, pero no es suficiente porque el gallo contrincante lo ataca otra vez hasta hacer que la sangre que ya había
parado, le vuelva a brotar.
Al costado de la mesa de las apuestas hay personas celebrando, riendo, y unos cuantos ya resignados. Son más las caras felices y asumo que no le tenían tanta fe a Pegaso en su debut.
—Estos son los riesgos que se toman siempre, ganas o pierdes.
—Davis habla, más para sí mismo, que para los demás.
Alguien comenta que Pegaso está muerto, lo descarto en cuanto el gallo se mueve y camina lento hacia la salida de la jaula. Suena la campana nuevamente, otra vez me quedo sorprendida, un sexto round me parece
cruel, no lo digo, pero creo que varios acá también lo piensan. Repiten los topes y los gallos ya ni quieren tocarse. El otro gallo ahora cansado, también sangra aunque no tanto como Pegaso. Me atrevería incluso a pensar que
tiene lástima por su contrincante.
Este round no dura mucho, los gallos simplemente no pelean y dan por terminado el espectáculo, el ganador por mucho es el gallo con más experiencia. Jhonatan agarra a Pegaso, empieza a soltar la cinta que sostiene la navaja de su pata, lo hace con delicadeza, y casi podría creer en el cariño que le dice tener. Al otro extremo el dueño del gallo contrincante
hace lo mismo. Hay gente festejando y otras cuantas con caras largas, mientras que los demás están expectantes a las próximas peleas que empiezan en diez minutos.
Jhonatan mete a su gallo en una jaula pequeña y sale del coliseo, apenas nos mira al pasar por las gradas, su hermano en cambio lo mira muy serio. Decido que es suficiente y salgo del coliseo acompañada de Manuel, no
puedo decir que soy una activista social animalista o defensora de los animales, pero puedo diferenciar la crueldad del “espectáculo”, discutir con ellos sobre este tema, sería inútil. Se apoyan en la ley y sus costumbres.
En el año 2020, el tribunal constitucional dio el fallo a favor de las corridas de toros, peleas de toros y peleas de gallos. Los siete magistrados de la máxima instancia judicial determinaron, después de largas horas de debate, que las
normas que eximen a los espectáculos tradicionales de la aplicación de la Ley de Protección y Bienestar Animal se ajustan a la carta magna peruana. Es decir, estas actividades seguirán siendo consideradas como expresiones
culturales del Perú.
Los galleros creen que las peleas de gallos están arraigados a las tradiciones y costumbres de nuestros antepasados, es una forma de seguir unidos a ellos, dicen. Ser gallero se lleva en la sangre, es lo que repiten siempre,
fueron criados por galleros, y son criados como galleros. Pero, cómo a pesar de los ideales de cada familia, somos seres individuales. Para los hermanos Rojas son, aunque no por mucho, diferentes las perspectivas que tienen de
las peleas de gallos.
Para Davis, las peleas de gallos son una pasión, lleva la crianza en la sangre, ha crecido rodeado de gallos e incluso tiene un pequeño coliseo en su casa. Además, del amor que le tiene a sus gallos, es también una inversión, y como
toda inversión espera ver ganancias. Con Jhonatan, es un poco distinto, quizás se deba a la edad, pero él ve las peleas de gallos como un hobby, es un gusto, hasta una afición. Es una costumbre incitada por su familia. Le
divierte, en sus palabras. Sin embargo, ambos son conscientes y respetan la Ley de Protección y Bienestar Animal, sobre todo aceptan que todos tenemos diferentes formas de pensar y diferentes puntos de vista.
En lo personal, me parece contradictorio el hecho de que sus actos opaquen sus palabras.
–Huaral no es solo la capital de la agricultura, es cuna de galleros.
—Davis, ahora reunido con nosotros en el frontis del coliseo, repite lo que
parece ser su mantra de vida.
Natali Jara
Mayo de 2024